Los aludes y avalanchas: el gran peligro tras el deshielo

Según la época del año, el estado de la nieve y las condiciones particulares de las avalanchas existen tres tipos de aludes.

Jorge Robles

Jorge Robles

Según la época del año, el estado de la nieve y las condiciones particulares de las avalanchas existen tres tipos de aludes

VÍDEO: BRUTAL AVALANCHA DE NIEVE PROVOCADA


Las nevadas son uno de esos fenómenos meteorológicos que nunca dejan de sorprendernos, incluso, después de haber pasado porque siempre dejan huella, especialmente en la montañas donde “nevar sobre nevado” tiene bastante trascendencia.

Y es que si recurrimos a un símil pastelero el manto nivoso (o nival) es como una de esos deliciosos pasteles que acumulan muchas capas de hojaldre, los milhojas, pero con la particularidad de que cada una de esas mil capas ha sido elaborada por un pastelero diferente.

Partiendo de que no hay dos copos de nieve iguales (veraz leyenda urbana), debemos comprender que cada nevada viene determinada por condiciones muy concretas (temperatura, humedad, intensidad y forma de la precipitación, viento dominante, … etc).

Unidas a la particular orografía del terreno donde se depositan y a las circunstancias meteorológicas posteriores a la nevada (de nuevo influye sobre todo temperatura, el viento y la precipitación, aunque hay más factores) hacen que, si la nieve es capaz de sobrevivir hasta la siguiente nevada, se forme un estrato muy identificable.

La estabilidad de la nieve

El manto nivoso está en constante evolución debido a los distintos cambios físicos que ocurren en él. Se puede comprimir, fundir parcialmente, congelar, sufrir pequeños desplazamientos, asentarse… Todo ello afecta la su estabilidad.

Y cuando esa estabilidad se rompe se produce un desprendimiento de una masa de nieve a lo largo de una pendiente, es decir un alud o avalancha, cuyas dimensiones y recorrido son muy variables.

Según la época del año en la que nos encontremos, el estado de la nieve y las condiciones particulares de las avalanchas podemos distinguir tres tipos de aludes:

Aludes de nieve reciente

En primer lugar están los aludes de nieve reciente que se producen tras nevadas intensas. La cantidad de nieve acumulada y la inclinación de la pendiente son parámetros fundamentales en este tipo de aludes.

Por término general podemos estimar que si se acumulan menos de 10-15 centímetros de nieve nueva los aludes se concentrarán en las pendientes muy inclinadas de más de 45º, no es demasiada nieve y si no sucede nada extraño lo normal es que se produzcan purgas espontáneas (pequeños desprendimientos) que tienen el objetivo de ir asentando la nieve.

Si la cantidad de nieve acumulada se sitúa entre 15 y 25 centímetros el riesgo se centra en pendientes acusadas (más de 45º) y comienza su aparición en pendientes medias, entre 30 y 45º. En acumulaciones superiores a unos 30-40 centímetros de nieve nueva el riesgo de aludes se focaliza en pendientes de más de 30º, y sí la nieve acumulada supera los 80-90 centímetros los aludes pueden producirse incluso en pendientes inferiores a esos 30º.

Las cantidades acumuladas y las pendiente descritas hasta este punto son orientativas y no tienes en cuenta las condiciones meteorológicas reinantes ni el estado del manto nivoso donde se asienta la nieve nueva.

Los aludes de nieve reciente son los más espectaculares, pero también los más dañinos

Este tipo de aludes se producen sin que haya pasado el tiempo necesario para que la nieve se compacte convenientemente y es el propio peso de la capa de nieve más superficial, recientemente caída, el desencadenante más habitual. Suelen generarse en un punto y a medida que avanzan acarrean cada vez más nieve, estamos literalmente ante el efecto “bola de nieve”.

Quizás se trate de los aludes más espectaculares y probablemente los más dañinos, sobre todo si la temperatura ambiente es claramente inferior a los cero grado. En este rango de temperatura estamos ante “nieve seca” o “nieve polvo”, esta nieve presenta escasa capacidad de cohesión, la nieve esta muy suelta y su densidad no es muy alta.

El peligro de estos aludes

Pero en una avalancha esta nieve ligera, casi sutil, es muy peligrosa ya que la propia nieve se puede mezclar muy eficientemente con el aire formando un aerosol (mezcla de aire con partículas) que desciende las colinas con una velocidad que oscila entre 100 y 300 kilómetros por hora, empujando al aire que se encuentra en su camino y generando una onda de choque que arrasa todo a su paso. Tras la onda de choque llega la nieve que cuando encuentra un obstáculo se compacta casi como cemento.

Estas avalanchas pueden alcanzar los 130 km/h en unos 5 segundos (menuda aceleración). Un fórmula uno acelera de 0 a 100 km/h en algo menos de 3 segundos, así que llegar a 130 Km/h en solo 5 no está nada mal.

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Si la temperatura ambiente ronda los cero grados estaremos ante “nieve húmeda”, que posee una mayor capacidad de cohesión y por tanto los aludes que se puedan producir serán menos dañinos.

En condiciones de riesgo de aludes de nieve reciente el esquí fuera de pistas es una idea muy mala y si hacemos senderismo deberemos evitar en lo posible las pendientes pronunciadas, apostar por rutas que atraviesen densos bosques o al menos que transcurran por terrenos ondulados (menos propensos a los aludes), extremar la precaución al atravesar extensas y regulares palas y preferir caminos que evolucionen por lomos o crestas de montaña pero evitando las cornisas.

Aludes de fusión

Sí ya la temperatura supera claramente los cero grados e incluso se llega a producir precipitación líquida, nos podemos encontrar con aludes de fusión. Son los típicos aludes de primavera que se suelen producir durante calentamientos importantes. La nieve esta húmeda y es mucho más densa y pesada que la nieve polvo.

Estos aludes presentan un desplazamiento más lento, entre 20 y 60 kilómetros por hora, pero aún así son muy peligrosos, especialmente cuando arrastran la totalidad del manto de nieve, ya que en este caso llegan hasta el propio suelo de la ladera y acarrean con ellos, tierra y rocas e incluso árboles y arbustos, en este caso se les llama aludes de fondo.

Estas avalanchas de fusión pueden llegar a involucrar a vertientes enteras o confinarse en estrechos corredores

Estas avalanchas pueden llegar a involucrar a vertientes enteras o confinarse en estrechos corredores. Se producen en laderas de solana y resultan más frecuentes a partir de media mañana en las vertientes este y sur, mientras que por la tarde presentan preferencia por las laderas oeste. Además, son más probables cerca de paredes y de rocas desnudas, ya que la piedra se calienta más y mucho más rápido que la nieve, favoreciendo así una mayor inestabilidad del manto nivoso.

Debemos de tener en cuenta que la presencia de lluvia o de niebla (con temperaturas positivas), humidifican el manto y también aceleran el proceso de fusión de la nieve, aumentando el riesgo de aludes de este tipo.

Aludes de placa

Por último hay un tipo de aludes que en torno al 75% de los accidentes ocasionados por avalanchas están relacionados con ellos. Se trata de los aludes de placa, en los que una capa superficial de nieve compacta, generalmente compuesta por nieve dura y aparentemente estable, se desliza sobre una capa inferior más débil que presenta una capacidad de cohesión mucho menor.

Estas placas pueden ser inmensas y dejan una fractura bien visible en el terreno. Resultan extremadamente peligrosos por que los grandes bloques de nieve dura actúan como auténticos trituradores que destrozan todo lo que se pone por delante.

El 75% de los accidentes ocasionados por avalanchas están relacionados con los aludes de placa

Una variedad de estas placas son las llamadas placas de viento. La presencia de viento puede favorecer que se produzcan acumulaciones de nieve a sotavento de las crestas, donde muchas veces terminan por formarse auténticas cornisas.

Breve inciso mnemotécnico. Al viento nos lo podemos imaginar como un juerguista empedernido que viene del bar (bar-lovento) y se encamina al casino a jugar a las cartas (sota-vento).

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La nieve de estas plataformas suelen ser bastante dura, ya que el fuerte viento es capaz de romper los cristales de nieve y reducirlos a finas partículas que cuando se depositan en el suelo se cohesionan con rapidez. Pero se trata de placas bastante inestables y muy frágiles.

Además, pueden formarse durante la propia nevada, si lleva asociada fuerte viento, e incluso después de la misma cuando el fuerte viento es capaz de arrastrar nieve “ya posada” por encima de las crestas. Estas placas presentan un color blanco mate, forma de lenteja (aspecto regular y homogéneo), suelen presentar algunas fisuras y chirrían cuando se pasa por encima de ellas.